¿Por qué la gente reacciona como auténticos tiranos cuándo la ven a una sin mascarilla? Algo emerge en su interior que se apodera de ellos y los posee. De repente se han visto legitimados cuando otro les causa lo que ellos consideran un agravio inaceptable.
Ya no más callar, no más contenerse pensando en las consecuencias, no más aguantar la rabia apretando los puños. Ahora se sienten respaldados, investidos de la autoridad que nunca han tenido.
Al fin, el buen ciudadano, que sigue pagando sus impuestos sin rechistar mientras tiene que contener su furia al tiempo que contempla el lento desmoronamiento del mundo que un día pensó que heredarían sus hijos, al fin, ¡al fin! piensa este pobre ingenuo, puede desahogar toda su rabia, su cólera, su ira, su impotencia de tantos años que, gota a gota, día tras día, se ha ido condensando en algún rincón de su ser bajo siete candados.